El miso es un alimento básico en cocina oriental, principalmente japonesa, pero cada vez se está extendiendo más en el mundo por sus innumerables propiedades. Se utiliza en sopas, aliños para ensaladas, salsas, y también puede utilizarse aplicado directamente sobre la piel para tratar quemaduras o incluso picaduras de insectos.
Se trata de una pasta hecha de sal, soja y cereal fermentados. Dependiendo del grado de fermentación y de la variante de cereal obtendremos desde el miso blanco que es el más suave (empleado frecuentemente para pescados, verduras, salsas e incluso repostería), hasta el hatcho miso, el más intenso (que combina muy bien con carnes y aves). No obstante donde destaca este condimento es en la saludable y archiconocida sopa miso.
Se elabora de forma muy parecida a la salsa de soja: se cuecen las habas de soja y el cerel al vapor, y a éste se le inocula un hongo. Se le añade sal y durante unos meses se deja en un envase tapado para que fermente.
El miso es muy conocido porque alcaliniza nuestra sangre y mejora notablemente nuestra resistencia a las enfermedades, creándonos un sistema nervioso activo debido a su energía yang que despierta y calienta el cuerpo. La sopa de miso cocinada con alga kombu ayuda a eliminar los metales pesados del cuerpo pero además es muy interesante que el miso ayuda en la desintoxicación del alcohol y del tabaco, eliminando los residuos de nicotina y también de polución ambiental. Lo más impactante es que también potencia el campo electromagnético de las personas, eliminando los residuos de radioactividad, como lo hace el trigo sarraceno, la ciruela umeboshi y las algas, todo ello de uso común en alimentación macrobiótica. Tras los ataques de Hiroshima y Nagasaki, en un humilde hospital de Japón, durante dos años los doctores prácticamente sólo disponían de miso para cuidar a los afectados por la explosión de esta bomba atómica y se demostró que estas personas sufrieron los mínimos efectos de la fuerte radiación, y en 1972 científicos japoneses descubrieron que el miso tenía relación directa con ello. Zybicolin, como la denominaron, es una sustancia que absorbe y elimina los elementos radioactivos que invaden el cuerpo humano. Por todo ello el miso es muy recomendable en tratamientos oncológicos que acompañen radiación.
En alimentación energética también el miso es un alimento estrella y esto es debido a la energía yang, antiinflamatoria, cálida, que aporta al intestino. Principalmente a primera hora de la mañana y también antes de comer, es interesante aportar a nuestro cuerpo tal energía equilibrada en lugar de tomar azúcar y cosas energéticamente frías y yin como lácteos, azúcares y café, que además son ingredientes ácidos. El miso por contra contiene probióticos que en lugar de crear acidez en nuestro intestino crean vida, se trata de bacterias benéficas, enzimas vivas, que favorecen la digestión y colonizan los intestinos repoblando la flora intestinal. Generan un equilibrio óptimo entre carbohidratos naturales, grasas, vitaminas, minerales y proteínas. Por esto es importante que el miso que compremos siempre debe ser sin pasteurizar y por supuesto natural y ecológico, sin conservantes ni azúcares de ningún tipo. Algo muy importante es que los microorganismos vivos pueden morir durante la ebullición por efecto de las altas temperaturas. Por eso es fundamental añadir el miso en el último momento tras retirar del fuego.
Añadiendo el miso a nuestro hábito diario estaremos aportando un equilibrio muy interesante que desde el enfoque médico chino va a prevenir no solo un resfriado sino enfermedades vinculadas a un clima interno frío como son las alergias, asma, eccemas, retención de líquidos,... Además el miso mantiene a raya la aparición de enfermedades coronarias, problemas de tensión, elimina como decíamos los metales pesados del cuerpo y también va a dar luz a tu rostro y tu cabello. Se trata de un alimento que puede marcar un antes y un después ante todo en tu intestino, por qué no lo pruebas?
©Laura González es experta en medicina de extremo oriente y nutrición integrativa, certificada en evidencia científica sobre microbiota intestinal, ha trabajado durante años con procesos oncológicos en colaboración médica y ha sido la coordinadora de un departamento de coaching en cocina saludable en área clínica internacional donde fue elegida talento del año en 2017.
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